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Exposición temprana al inglés: clave en el aprendizaje

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Muchos procesos cerebrales se activan durante los primeros años de vida. Aprender la lengua materna de forma espontánea es gracias a la exposición constante al idioma y a que nacemos con capacidad innata para el lenguaje.

Dicha capacidad hace que los niños aprendan su lengua materna sin instrucciones específicas. Esa intuición es la que facilita a los pequeños el aprendizaje de una segunda lengua.

Aprender inglés a partir de 1 año

Aunque el aprendizaje de una lengua dura toda la vida, es durante los primeros años cuando los pequeños son más receptivos a integrarla de forma no consciente.

Hay muchos estudios científicos que confirman que la mejor etapa para empezar con el inglés va de un año a los siete. Por ello, Kids&Us, el método de aprendizaje de inglés para niños y niñas que ha revolucionado la forma de aprender idiomas, sugiere aprovechar todos los mecanismos del cerebro y ponerlos al servicio del aprendizaje del inglés basándose en el proceso natural de adquisición de la lengua materna, e introducir el inglés en la vida de los pequeños cuanto antes porque:

  1. Favorece una actitud más positiva para aprender.
  2. Mejora la pronunciación y la entonación.
  3. Proporciona más seguridad y fluidez al momento de hablar.
  4. Aumenta la capacidad de comprensión oral.
  5. Reduce la necesidad de traducir a la lengua materna.

¿Qué aporta la exposición diaria a una lengua extranjera?

Para aprender inglés no hay nada mejor que relacionarse con el idioma en un contexto lo más parecido posible a la vida real. Eso se consigue con una exposición al inglés en una variada gama de situaciones que transformen el aprendizaje en un proceso natural y ameno. Cubrir todos los aspectos de la lengua como escuchar, comprender, hablar y, finalmente, leer y escribir. Además, el recrear en casa situaciones que permitan seguir practicando el inglés hará que este deje de ser una asignatura y pase a formar parte del día a día.

¿Cómo favorecer la exposición diaria al inglés?

No basta con las horas en el aula. A menudo, cuando salen de la escuela, los estudiantes terminan su relación con el idioma. No leen ni ven la televisión en inglés, pero el aprendizaje de una lengua extranjera requiere tiempo. La escucha regular es fundamental para el aprendizaje y la audición repetida de una misma pista favorece que los niños reconozcan luego en clase un gran número de palabras y estructuras para ser utilizadas con mucha más facilidad.

Finalmente, actividades como talleres y campamentos de verano favorecen la creación de una burbuja en inglés que alarga la exposición al idioma fuera del aula y permite practicarlo en situaciones distendidas para que sigan aprendiendo sin darse cuenta.